Los seres humanos somos capaces de hazañas increíbles. Hemos creado tecnología, explorado las profundidades del universo y construido sociedades complejas. Somos la única especie de la Tierra que ha desarrollado el pensamiento abstracto y lógico, el lenguaje, la creatividad y la organización. Sin embargo, estas mismas capacidades han creado una paradoja en la existencia humana. Somos la única especie capaz de reprimir activamente nuestras propias necesidades, creando una barrera para nuestro propio bienestar. La paradoja
Todo ser vivo tiene un instinto natural de mantener el equilibrio en sí mismo. Este impulso nos lleva a satisfacer nuestras necesidades a medida que surgen, lo cual es esencial para nuestra supervivencia. Sin embargo, en los seres humanos, este proceso de autorregulación se complica debido a factores mentales y emocionales que interfieren con esta tendencia natural, dando lugar a condicionamientos que afectan a la forma en que los individuos interactúan con su entorno. Por un lado, nuestra inteligencia nos permite comprender las consecuencias de nuestras elecciones, maximizando nuestras posibilidades de éxito. Nos ayuda a mantenernos centrado/as en nuestros objetivos, resistiendo la tentación de la gratificación instantánea para conseguir algo a largo plazo.
Por otro lado, también puede llevarnos a descuidar nuestras necesidades básicas, desconectándonos de nuestro cuerpo y nuestras emociones. Esto puede provocar problemas de salud física y mental.
El origen
Los bebés humanos son únicos en el sentido de que nacen completamente indefensos y necesitan los cuidados de otras personas durante un largo periodo de tiempo. Esto se debe a que la pelvis humana se estrecha como consecuencia de la posición erguida, lo que obliga a los bebés a nacer antes de que sus cerebros estén completamente desarrollados para poder pasar por el canal del parto.
En un entorno perfecto, lo/as cuidadore/as atenderían todas las necesidades del bebé, contribuyendo a su desarrollo sano y a su posterior independencia. Sin embargo, muchos de nosotro/as hemos experimentado frustraciones en la infancia cuando nuestras necesidades no eran comprendidas o aceptadas en mayor o menor grado por nuestro/as cuidadore/as.
Cada vez que una necesidad nuestra no queda satisfecha, nuestros músculos se tensan y nos alejamos cada vez más del estado de reposo indispensable para nuestro bienestar. La frecuencia y la intensidad de esas insatisfacciones pueden provocar traumas emocionales y físicos. Cuando experimentamos este tipo de heridas a una edad temprana, podemos sentirnos impotentes y tener dificultades para comprender lo que nos rodea. Si no somos capaces de aliviar los factores causantes del dolor, podemos recurrir a reprimir nuestras necesidades y adaptarnos para gestionar la angustia.
Hemos renunciado a nuestra propia autenticidad para tratar de complacer y no decepcionar a aquello/as a quienes amábamos y de quienes dependíamos para sobrevivir. Sin embargo, al hacerlo, nos defraudamos a nosotro/as mismo/as.
Las consecuencias
Cuando nos adaptamos demasiado a lo/as demás para no ser abandonado/as, terminamos abandonándonos a nosotr/as mismo/as. Cuando descuidamos nuestras necesidades, podemos sentirnos estresadoa/s, ansioso/as y deprimido/as. Podemos sentirnos como si estuviéramos constantemente vacío/as, sin energía para las cosas que más nos importan. Nuestras relaciones pueden resentirse, ya que no tenemos energía emocional para invertir en ellas. Nuestra salud física también puede verse afectada, ya que es posible que no cuidemos de nuestro cuerpo como deberíamos. Reprimir nuestras necesidades también puede llevarnos a comportamientos adictivos. Podemos recurrir a sustancias o actividades para adormecer nuestros sentimientos o distraernos de nuestros problemas.
Soluciones
Las estrategias que usamos en la infancia puede que hayan funcionado muy bien en su momento, cuando teníamos muy pocos recursos. Pero ahora somos adultos y ya no dependemos tanto de otras personas para satisfacer nuestras necesidades.
Somos como un elefante gigante atrapado por un pequeño tronco de árbol que no se da cuenta de que tiene mucha más fuerza que cuando era el cachorro a quien prendieron por primera vez.
La única forma de nuestro/a niño/a interior crecer y volverse un adulto sano, es satisfacer las necesidades que están abiertas desde la infancia una a una, hasta que solo queden las necesidades del presente momento. Este es un difícil trabajo y requiere que volvamos a integrar las tres dimensiones de nuestra existencia: nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones.
Para eso, es imperativo ser honesto/as con nosotro/as mism/aos y con lo/as demás sobre cuáles son nuestras necesidades. También es importante dedicar tiempo a identificar lo que es verdaderamente importante para nosotro/as y asegurarnos de que tomamos medidas para satisfacer esas necesidades. Esto puede significar establecer límites con lo/as demás, decir no a compromisos que no estén en consonancia con nuestros valores o, simplemente, tomarnos tiempo para descansar y recargar las pilas. También es importante escuchar nuestra sabiduría interior y actuar de acuerdo con nuestros valores y creencias. Esto significa sintonizar con nuestras emociones y sensaciones físicas y utilizarlas como guía para tomar decisiones. Además, buscar el apoyo de otras personas puede ser útil para romper el ciclo. Esto puede significar hablar con amigo/as o familiares, buscar ayuda profesional o unirse a un grupo de apoyo. Al reconocer nuestros problemas y pedir ayuda, podemos empezar a curarnos y avanzar en una dirección más positiva.
Conclusión
La paradoja de la existencia humana es una cuestión compleja que está profundamente entrelazada con nuestra capacidad de pensamiento abstracto. Aunque nuestra capacidad para reprimir nuestras necesidades puede ser una herramienta poderosa, también puede acarrear consecuencias negativas si no se gestiona adecuadamente. Siendo honesto/as con nosotros mismos, escuchando nuestra sabiduría interior y buscando apoyo cuando sea necesario, podemos romper el ciclo de represión y abandono y vivir una vida más plena y equilibrada.
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